refrenar los caballos, ni menos aprovechar las instrucciones que su padre le había dado y así abrasaba el mundo, de que enojado Júpiter le arrojó un rayo y le precipitó en el río Po de Italia, en donde sus hermanas Faetusa, Lampetia y Febe, llorando sin fin la muerte de su hermano, fueron convertidas en álamos, cuyas lágrimas son el ámbar que destilaban. Los cuatro caballos del Sol que son Firois, Eoos, Etón y Flegón, despiden llamas por boca y narices; tienen los pies alados y se alimentan de la ambrosía, manjar de los dioses.
Las Horas, parto del Día, son hijas del Sol y de la Ninfa Cronis, las cuales muy de mañana aparejan a su padre el carro y los caballos, y abren las puertas del día.
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