se quitará de las Comedias, de sus Bailes, y de sus Entremeses. Insinúelo Vuestra Señoría Ilustrísima al Gobernador de esa Plaza, que al instante lo corregirá, y dará gracias a Vuestra Señoría Ilustrísima por la advertencia. Así se lo prevengo, y al Ayuntamiento, y se que no lo necesita.
La multitud no se gobierno siempre por lo mejor, contentémonos con lo bueno; y ni los Cauterios suelen atajar la llaga inficionada ni los decretos rigorosos atraer a los pueblos que tal vez se despechan con los mismo que se les oprime.
Aquí tenemos Ilustrísimo mío, un Obispo Santo, y Docto, sacado de la mano de Dios; se hace adorar de todos por su austeridad, aborrece los Litigios, le debo favor, confianza, y unión de dictámenes; quiere que nos Salvemos, y Vuestra Señoría Ilustrísima no dudará que todos nos queremos salvar, pues no se oponen las diversiones lícitas de las costumbres del País, ni las fiestas decentes.
No necesita Vuestra Señoría Ilustrísima de ejemplos, pudiendo ser dechado de lo mejor, y yo lo conozco así, y soy el primer admirador de sus virtudes; pero refiero lo que pasa en esta Capital donde la armonía de sus Jefes tranquiliza los ánimos, evita las discordias, sosiega las conciencias, y la constituye un Paraíso sin disputa de jurisdicciones, y sin riesgo de las regalías. Mis encargos, me obligan a mirar por ellas. Ruego a Vuestra Señoría Ilustrísima me ayude a este desempeño, y que no nos aventuremos los dos a las consecuencias que resultarían de otra conducta.
Guarde Dios a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años, etc.
se quitará de las Comedias, de sus Bailes y de sus Entremeses. Insinúelo Vuestra Señoría Ilustrísima al Gobernador de esa Plaza, que al instante lo corregirá, y dará gracias a Vuestra Señoría Ilustrísima por la advertencia. Así se lo prevengo, y al Ayuntamiento, y se que no lo necesita.
La multitud no se gobierno siempre por lo mejor, contentémonos con lo bueno; y ni los Cauterios suelen atajar la llaga inficionada ni los decretos rigorosos atraer a los pueblos que tal vez se despechan con los mismo que se les oprime.
Aquí tenemos Ilustrísimo mío, un Obispo Santo y Docto, sacado de la mano de Dios; se hace adorar de todos por su austeridad, aborrece los Litigios, le debo favor, confianza y unión de dictámenes; quiere que nos Salvemos, y Vuestra Señoría Ilustrísima no dudará que todos nos queremos salvar, pues no se oponen las diversiones lícitas de las costumbres del País, ni las fiestas decentes.
No necesita Vuestra Señoría Ilustrísima de ejemplos, pudiendo ser dechado de lo mejor, y yo lo conozco así, y soy el primer admirador de sus virtudes; pero refiero lo que pasa en esta Capital donde la armonía de sus Jefes tranquiliza los ánimos, evita las discordias, sosiega las conciencias, y la constituye un Paraíso sin disputa de jurisdicciones, y sin riesgo de las regalías. Mis encargos, me obligan a mirar por ellas. Ruego a Vuestra Señoría Ilustrísima me ayude a este desempeño, y que no nos aventuremos los dos a las consecuencias que resultarían de otra conducta.
Guarde Dios a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años, etc.