Colombeia

pistolas les obligaron a rendirse prisioneros. Un muchacho solamente tuvo bastante presencia de espíritu para arrojarse con prontitud al mar y cortando el cabo con que a la proa de la citada embarcación estaba atada su lancha, logró ponerse a salvo, recogiendo al mismo tiempo tres marineros que pudieron echarse al mar llegando hasta la Plaza con la noticia del suceso de que había sido testigo. Con este aviso dispuso inmediatamente nuestro general se embarcase una compañía de granaderos (la segunda del regimiento de la Princesa) y alguna gente de la Plaza, en tres lanchas que fuesen tras los enemigos, pero habiéndose adelantado otra lancha que improvisadamente salió de la marina al primer aviso con cuatro o cinco hombres de armas solamente, llegó al paraje donde estaba dicha embarcación, observando huía ésta a la vela, habiendo los moros naturalmente percibido la suya. Comenzó a hacer fuego como llamando a las otras lanchas que le seguían, lo cual fue visto por los moros que se retiraron inmediatamente en la suya, llevándose con