L’humanité qui tombe directement, ce qui dit Mrs LeDaine dans son philosophe sans le seavoir, La Confiance qu’á L’aggresseur dans ses propres forces fait presque toujours sa Temerité.
Je ne puis donc trop recommander la prudence aux personnes qui prennent le party des armes, c’est ce que je tacherai toujours d’inculquer á ceux qui ont bien voulu me chosirs por les Instruir et c’est pour eux particulierement que j’ai Jetté sus ce papier ces principes des armes, et les reflexions que j’ay l’avantage de leur offrir.
Je prie en grace tous mes ecoliers d’avoir souvent en memoire l’epigraphe mise au teste de ce pitit Traité, je les suplis aussy de ne pas confondre la bravure avec la temerité.
La fougue, l’effervescence du sang dans la Jeunesse, et quelque fois dans una age plus avancé, nous emporte au dela des bornes que la veritable bravoure prescrit, il n’y á pas cependant de s’y meprendre,
Elle est ferme tranquille, et n’a pour conseille et pour guide que l’honneur reflechy, elle repousse l’offence avec noblesse, n’attaque jamais, gemit de la circonstance et ne se porte aux extremités que lors que la necesité luy en fait une loy. Dans bien des cas la vraye valeur a mis sa gloire dans l’excuse, le grand Henry Quatre fut superieur a lui méme, lors de son procedé avec le Colonel Schomberg.
la humanidad que recae directamente sin saberlo lo que dice Sra. LeDaine en su filosofía «La confianza que tiene el agresor en su propia fuerza casi siempre hace su temeridad».
Solo puedo entonces recomendarle la prudencia a las personas que toman el lado de las armas, es lo que siempre inculcaré a aquellos que bien quisieron escogerme para instruirles, y es para ellos en particular que he plasmado sobre estos folios los principios de las armas y las reflexiones que tengo el placer de ofrecerles.
Les ruego a todos mis aprendices siempre tener en mente el epígrafe de este pequeño tratado, les suplico también no confundir la valentía con la temeridad.
La fogosidad, la efervescencia de la sangre en los jóvenes y algunas veces en las personas de edad más avanzada, nos llevan más allá de los límites que la verdadera valentía preescribe, sin embargo no hay que confundirse.
Ella es muy tranquila y sólo tiene por consejo y por guía el honor meditado, ella repele la ofensa con nobleza, nunca ataca, sufre de la circunstancia y sólo llega a los extremos cuando la necesidad se vuelve una ley. En muchos casos, la verdadera valentía hizo de su gloria la excusa, el gran Enrique IV fue superior a si mismo en su proceder con el Coronel Schomberg.