10 de Julio de 1812.
Mi respetado general: No me conocería Vd. si me viera: un trabajo incesante, y sin poder tomar la cama por 16 días, me tienen hace 8 días con una fiebre que me ha desfigurado; el ataque al cerebro hoy ha desaparecido, pero no aquella que subsiste con la misma fuerza; sinembargo, en la misma cama lo he despachado todo, y atiendo en medio de mi gravedad á cuanto es preciso, porque mi genio y carácter irán conmigo al sepulcro, y porque sé sobre todo el disgusto que causaría á Vd. cualquier novedad. Los que van de aquí dirán á Vd. si soy un esqueleto animado; pero ínterin respire, cuente Vd., mi general, cuente Vd. con un subdito que no desea más que sacrificarse por la libertad y por complacer á Vd.
Fuera bueno que Castillo permaneciera aquí seis días, como se lo he dicho, ínterin yo pueda salir.
No perdone Vd., mi general, estos picaros españoles que están aquí presos; ellos tienen en sus manos los pocos millones de pesos que hay en el país en numerario, y esta es la llave de oro de Filipo: estos son enemigos naturales nuestros, esperan el momento para destruirnos. Vea Vd. lo que acaban de hacer en Curiepe aquellos catalanes; y lo que acaba de verse en Puerto Cabello.
Mi campo volante consta de 130 hombres de infantería bien armados, 80 de caballería, todos formados después de mi venida, que trabajan ya muy regular.
Ayer envié 70 reses para alivio de esas tropas valientes.
No puedo dedicar más mi cabeza para escribir, y sólo deseo su salud para felicidad de Venezuela á quien tanto se sacrifica por nuestro bien.
Soy con el mayor respeto su sincero y obediente.
Q. B. S. M.
José Félix Ribas.
P. D.— El enviado y su familia tienen una buena casa y cuanto necesitan, todos los días almuerzan y comen con ellos 20 individuos que hago convidar para que les acompañen, y les obsequio como corresponde á los encargos que Vd. Me ha hecho.