[Al margen: Copia]
Excelentísimo Señor. Muy Señor mío. A Vuestra Excelencia constan las graves y muy confidenciales comisiones con que Su Majestad me designó a La Habana, y la dicha que llevé de satisfacer en su desempeño mis deseos del acierto entre ellas me fue muy re-comendada por el Marques de Esquilace, Secretario entonces de Guerra y de Orden de Su Majestad, la de hacer prender y formar proceso a Don Sevastián de Peñalber, y Angulo, Regidor de aquella Ciudad, y Gobernador que era por la Dominación Británica en la misma Plaza. Prevínoseme por el mismo Secretario, que puesto el proceso en estado de sentencia le enviara con el reo, o reos, que resultasen, en Partida de Registro para que en estos Reinos se pronunciara la correspondiente: motivaron del Rey los varios avisos, y recursos, que y[cotejar] entonces habían llegado, contra el mismo Peñalber, y Don Gonzalo Reu[cotejar] de Oquendo (que también tuvo el gobierno algún tiempo) sobre los enormes impuestos y violentas exacciones, que habían hecho a todo el vecindario sin excepción del Clero, en riguroso modo y circunstancias: averiguaciones, descubrimiento y toma de caudales de los ausentes, que bajo la confianza de escrituras, existían en poder de algunos individuos de aquel pueblo: vejaciones al público, en la venta de víveres y negros: despacho de una fra-gata inglesa al puerto de Veracruz, cargada e[cotejar] efectos, en que fue un Ingeniero Inglés, que reconoció a su vuelvo aquel Puerto y fortificaciones: y últimamente otros deli-tos, que el menor agravado, lo sobrado, y constituía un perfecto Reo de Estado, que se veri-fica serlo de alguno de ellos. Luego que me entregué de la Isla miré este asunto como uno de los más interesantes al Estado, al servicio del Rey, y bien general de ella, y como tal co-mencé a tomar mis providencias. No es fácil reducir a referencia lo que en ellas tuve que trabajar; solamente insinuaré a Vuestra Excelencia que me vi precisado a dispensar el método legal, y regular (en Causa de Estado) por dos atenciones importantes: la primera por dirigirse contra un hombre, el más acaudalado, emparentado, y amado, o temido de todos
[Al margen: Copia]
Excelentísimo Señor. Muy Señor mío. A Vuestra Excelencia constan las graves y muy confidenciales comisiones con que Su Majestad me designó a La Habana, y la dicha que llevé de satisfacer en su desempeño mis deseos del acierto entre ellas me fue muy recomendada por el Marques de Esquilace, Secretario entonces de Guerra y de orden de Su Majestad, la de hacer prender y formar proceso a Don Sevastián de Peñalber y Angulo, Regidor de aquella Ciudad y Gobernador que era por la Dominación Británica en la misma Plaza. Prevínoseme por el mismo Secretario, que puesto el proceso en estado de sentencia le enviara con el reo, o reos, que resultasen, en Partida de Registro para que en estos Reinos se pronunciara la correspondiente. Motivaron del Rey los varios avisos y recursos, que ya entonces habían llegado, contra el mismo Peñalber y Don Gonzalo Recio de Oquendo (que también tuvo el gobierno algún tiempo) sobre los enormes impuestos y violentas exacciones, que habían hecho a todo el vecindario sin excepción del Clero, en riguroso modo y circunstancias. Averiguaciones, descubrimiento y toma de caudales de los ausentes, que bajo la confianza de escrituras, existían en poder de algunos individuos de aquel pueblo. Vejaciones al público, en la venta de víveres y negros. Despacho de una fragata inglesa al puerto de Veracruz, cargada de efectos, en que fue un Ingeniero Inglés, que reconoció a su salvo aquel Puerto y fortificaciones. Y últimamente otros delitos, que el menor agravado, lo sobrado, y constituía un perfecto Reo de Estado, que se verifica serlo de alguno de ellos. Luego que me entregué de la Isla miré este asunto como uno de los más interesantes al Estado, al servicio del Rey y bien general de ella, y como tal comencé a tomar mis providencias. No es fácil reducir a referencia lo que en ellas tuve que trabajar; solamente insinuaré a Vuestra Excelencia que me vi precisado a dispensar el método legal, y regular (en Causa de Estado) por dos atenciones importantes: la primera por dirigirse contra un hombre, el más acaudalado, emparentado. y amado o temido de todos