Colombeia

CaboFrances — Junio 22. de 1782. Exmo. Señor. Mi general, vorecedór, y amigo: Ya he dicho á U. por la de oficio, como llegué con felicidad, y entregué al General Gal vez los pliegos de U—. Los leió, y me dixo que todo estava mui bien: le presenté á Quesada, y no ocurrió mas por entonces… Poco después llegó Barrera con pliegos de España; y ninguna noticia particular. A mi me dio una papeleta que avia formado de sus ocurrencias en Madrid, y dice la tenia remitida á U. ia de antemano nada párese que se ha resuelto aun sobre los negocios del Yntendente; pero no trahen el mejor semblante las cosas á mi modo de pensar.—á Quesada dio la noticia, de que le avian dado el Gobierno de Nicaragua, y este al instante dio un grito diciendo: pues ia no boi á España!... Sin embargo, el General Galvez le hizo ver al siguiente dia, en mi presencia, que no avia aun despacho de nuevo empleo, ni motivo para dexár de cumplir la comisión que U. le avia encargado, y él prometido desempeñar.—se sometió este tonto; y oi con bastante sentimiento, he confirmado el concepto de que es un simple perjudicial el tal Señor. A mi no me habla ia, después que se ha reunido con sus compañeros… Vea U. que buenos principios estos, para fundar nuestras esperanzas futuras! Aquí corrían rumores de que los enemigos avian destruido el
Cabo Francés, 22 de junio de 1782. Excmo. Señor. Mi general, mi mayor favorecedor y amigo: Ya he dicho a V. por la de oficio, cómo llegué con felicidad y entregué al general Gálvez los pliegos de V. Los leyó y me dijo que todo estaba muy bien. Le presenté a Quesada y no ocurrió más por entonces… Poco después llegó Barrera con pliegos de España y ninguna noticia particular. A mí me dio una papeleta que había formado de sus ocurrencias en Madrid y dice la tenía remitida a V. ya de antemano. Nada parece que se ha resuelto aún sobre los negocios del Intendente, pero no traen el mejor semblante las cosas a mi modo de pensar. A Quesada dio la noticia de que le habían dado el Gobierno de Nicaragua, y éste al instante dio un grito diciendo: "¡Pues ya no voy a España!". Sin embargo, el general Gálvez le hizo ver al siguiente día, en mi presencia que no había aún despacho de nuevo empleo, ni motivo para dejar de cumplir la comisión que V. le había encargado y él prometió desempeñar. Se sometió este tonto, y hoy con bas­tante sentimiento, he confirmado el concepto de que es un simple perjudicial el tal señor. A mí no me habla ya, después que se ha reunido con sus compañeros… ¡Vea V. qué buenos principios éstos para fundar nuestras esperanzas futuras! Aquí corrían rumores de que los enemigos habían destruido el