Para desgracia de Francia, su consejo fue seguido y los franceses que esperaron en estas líneas, fueron forzados y derrotados, teniendo que abandonar todas las líneas, campamento, equipajes, etc., a los imperiales que encontraron un inmenso botín. El Mariscal de Marsin murió asfixiado sobre el campo de batalla después de haber sido hecho prisionero por los enemigos.
Las consecuencias de esta batalla fueron la libertad de la ciudad de Turín y la posesión por los aliados de toda Italia, a pesar que el ejército francés estaba compuesto de 80.000 hombres y el de los aliados no tenía sino 30.000 cuando fueron forzados en esas líneas.
El príncipe Eugenio entra, pues, en Turín bajo las aclamaciones del pueblo que le llama su Salvador, su Libertador. Sale de esta ciudad, y puesto a la cabeza de su ejército se adueña de Milán, Lodi, Alejandría, Cásale, Módena, etc., y obliga a los franceses a salir completamente de Italia.
Al año siguiente (1707), regresa a Turín y concibe el proyecto de sitiar a Toulon. El Emperador lo nombra al mismo tiempo para dirigir su ejército del Rin, debido a la muerte del príncipe Luis de Bade, pero no acepta esperando terminar la pacificación general de toda Italia, obra que había comenzado y conducido con no poco trabajo y fortuna.
La