Caracas, 21 de junio de 1812.
Mi amado general:
En este instante se acaba de recibir el parte de la brillante acción que acabamos de ganar, y no es sino con un indecible placer, que veo el triunfo de nuestras armas, y la gloria del que salva la patria. Hoy se ha tocado aquí la generala, y Ribas con una actividad extraordinaria trata de enviar cuanta gente pueda. Todo ha tomado diverso aspecto con la ley marcial que se ha publicado anoche, y yo espero que tendrá Vd. Refuerzos cuantos se puedan.
Mi general: acaba de hablarme Casado exponiéndome que está penetrado de sentimiento al ver que siendo inocente se le manda ir á Puerto Cabello. Yo me he compadecido de su suerte, no por otra cosa sino porque le conozco, y estoy persuadido de su inocencia. Puedo asegurar á Vd., mi general, que desde que se decidió á venirse en el bergantín Zeloso le creí convencido y decidido á seguir nuestra suerte. Hasta ahora su conducta ha correspondido á aquella acción, y no le creo capaz de nada en tal suerte, que ya Vd. Sabe muy bien cuanta precaución tengo yo para recomendar á ninguno que no sea amigo de Venezuela, yo me atrevo á hacerlo con Casado, porque le conozco y por la convicción en que estoy de sus opiniones. Si el hospital pasa á esta capital este hombre debe ser muy preciso y servir mucho, en esta inteligencia espero que Vd. Le deje aquí, que yo me encargo de estar á la mira de mis operaciones.
Aquí si hay muchos isleños enemigos, y con los que es preciso acabar, pero yo creo que Ribas va á limpiar esto.
Adiós mi general. Que la victoria no abandone jamás al salvador de Venezuela, y le conserve su vida cuanto desea su sincero amigo:
V. Salías.