Ocumare, 16 de julio de 1816.
Venerado general: Jamás podré dejar de ser reconocido á la confianza que Vd. Me dispensa, y aunque no tuviera jurado en mi corazón hacer esfuerzos extraordinarios, aquello me conduciría á observar la misma conducta, pudiendo Vd. Estar seguro de que aun no ha llegado el caso de desalentarme, pues jamás he creído que nuestra existencia esta en la posición de tales y tales puntos, y al contrario creo que cuando tienen más, se aumentan sus atenciones y nosotros somos más fuertes, por cuya razón hemos recibido con serenidad la pérdida de Puerto Cabello, y la misma deducción hago respecto de los informes que se ponen de parte del enemigo, pues conociéndolos cesa de devorarnos el mal interino que en tanto grado teníamos.
En fin, mi general, si la suerte no nos es ingrata, puede tener alguna seguridad en el punto en que estemos y si nos acaban, será en regla.
Puede Vd. Estar cierto que mi división no existiría, si por medio de esta maniobra no hubiese reunido el todo con el fin de darle alguna forma para entrar en las operaciones.
Venero las máximas que en el último oficio se me indican para la deserción; las tengo en práctica desde mi ingreso á la cabeza de estas tropas y hasta ahora va produciendo el efecto, pues este cuerpo ha tomado nuevo ser, y sólo siento no tener modos de darle á la tropa un vestuario regular, á más de las cortas prendas que le estoy preparando.
Permita Vd., mi general, la proposición siguiente sin que pueda aparecer de otro modo que como la efusión de los mejores deseos.
Si del cuartel general pudiesen pasar por Tacata y San Casimiro siquiera 500 hombres al llano, al tiempo de entrar yo por el camino de los Pilones, creo que podíamos asegurar la posesión de esa importante parte y cooperar á las operaciones ó movimientos del todo hacia Valencia.
Si las órdenes de Vd. Sobre mis operaciones en el llano tienen algún retardo, es sólo por asegurar más su mejor éxito, en inteligencia que aun cuando no hubiese tenido muy poderosas razones para variar la posición de San Casimiro, siempre hubiera hecho la misma maniobra para unir mis fuerzas, ponerlas en orden y salir por un solo punto.
Nada sabemos de particular de las ocurrencias de Capaya, pero si lo hubiese haremos por acá lo que sea necesario.
Desea á Vd. Felicidad su afectísimo subdito:
F. Carabaño.
Si Vd. Quisiese unir todas sus fuerzas en el cuartel general tendríamos el mayor gusto en unirnos con nuestros compañeros de armas á las inmediatas órdenes de Vd.