Documentos 1811-1816

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(Reservadísima) Si yo no conociese a V. E. me sería difícil trasmitirle las ideas que me ha comunicado el supremo Poder Ejecutivo. Las circunstancias son las más delicadas, pues S. A. asegurando el acierto en la elección que hizo de V. E. para mandar las armas del Estado, sin consultar la necesidad, sólo consideró la conveniencia. Descansó su confianza en los conocimientos militares y políticos de V. E., en su experiencia del carácter de las revoluciones de estos tiempos: y en su juicio y prudencia para gobernarse á consecuencia de la impericia de nuestras tropas, de las preocupaciones del país, y de la novedad con que recibirían aquella exactitud de disciplina, aquella puntualidad en la subordinación, y aquella severidad en los castigos, que forma ejércitos capaces de emprender y ejecutar empresas dignas de un general acostumbrado á mandar y á ser obedecido. Con tranquilidad y sosiego se dispuso á recibir quejas que juzgó inexcusables, revistiéndose de integridad y firmeza para adoptarlas, ó despreciarlas, atendiendo por una parte al origen de que procediesen para formar su juicio, considerando por otra las consecuencias de ellas para graduarlas; y sobre todo, teniendo siempre á la vista la indispensable urgencia de formar tropas dispuestas á contrarrestar las que nos opongan nuestros enemigos. V. E. efectivamente es un militar, y al mismo tiempo un político, que conociendo la imposibilidad de formar de repente un ejército con hombres habituados á una disciplina relajada, y sin ideas exactas del grado de subordinación que exige la milicia para obrar con energía, debe manejar las preocupaciones del país en que se halla para extirparlas de un modo que no se equivoque la severidad con la injusticia, la inexperiencia con la cobardía, el temor del bisoño con la insubordinación, la eficacia con la temeridad, ni la circunspección con el ultraje. Sin este contraste de opuestas combinaciones serían inútiles los mayores esfuerzos, estériles los más profundos conocimientos, y lejos de conseguir el fin de organizar nuestra tropa como se necesita, resultarían pretextos para la calumnia y detracción: se daría ocasión para que nuestros enemigos sembrasen la discordia entre nosotros: se causaría el desaliento en los oficiales y soldados: y últimamente en una tierra abierta, vendría la deserción á debilitar nuestras fuerzas á un grado que peligraría la Patria. Está muy distante S. A. de dar acenso á quejas, ó expresiones que disfrazadas con el traje de patriotismo, pueden envolver personalidades indiscretas de desafectos que olvidando su principal obligación, se complacen de la calumnia sin atender el riesgo en que ponen al interés común; pero al mismo tiempo que desea evitar toda ocasión á los detractores ejerciendo su autoridad sin temor, entiende que debe conducirse con prudencia, reserva y precaución para excusar á los entendidos de la repetición de algún exceso, y a los ignorantes, ó impostores de que se alienten con el triunfo de sus malignas maquinaciones. V. E. comprende muy bien estos conceptos, y se persuadirá que S. A. conmovido de informes increíbles, ó dudosos, combina las circunstancias para asegurar en V. E. el buen éxito de las empresas de las armas que le va confiado, convencer al público con el suceso del acertado nombramiento de V. E.; confundir a los detractores con la puntual observancia de las órdenes que le ha dado, y remediar con este aviso prudente los yerros que tal vez un demasiado celo de nuestra gloria puede haber ocasionado, ó la equivocación con que algunos por falta de inteligencia, ó noticia titulan de criminales las medidas necesarias en nuestra situación. Persuadido V. E. de estas rectas y justas intenciones del supremo Poder Ejecutivo, no extrañará sus advertencias que se dirigen á manejar las pasiones, en lugar de irritarlas, á proporcionar la disciplina militar cuanto es posible al genio y carácter, costumbres y habitudes de los habitantes, á disipar poco á poco las arraigadas preocupaciones del antiguo gobierno, á introducir con modo las ideas que son propias del nuevo, y á infundir en la tropa la subordinación que exigen las reglas militares para el feliz efecto de las operaciones. A este fin no es propio el espanto de los castigos al principio, porque no es posible que unos hombres acostumbrados á la suavidad, ó relajación, sean desde luego soldados. Es menester que cuando no el convencimiento de la razón, los forme y constituya tales el diario y continuado ejercicio de la disciplina para que no se atemoricen ni se haga odioso el servicio. Deseando pues confirmar á V. E. en la confianza del supremo Poder Ejecutivo, y remover pretextos á la impostura y la calumnia, ha dictado S. A. por la secretaría correspondiente una orden para que los delitos de ordenanzas se juzguen en un consejo de guerra conforme en ella se previene, consultándole las sentencias antes de ejecutarse; y de este modo usando de su autoridad, sin disminuir la que tiene un general en casos de combate, y extraordinarios, que están siempre á su prudente arbitro, ni quedarán impunes los delincuentes, ni habrá motivo para que se piense que se abusa de ella en agravio de la naturaleza, de la seguirdad civil, y de la libertad. Asimismo desea S. A. que V. E. le informe con la brevedad que se lo permitan sus importantes ocupaciones, sobre haber quitado la vida á un soldado sin guardar formalidad ninguna, y los motivos que hayan podido justificar en el concepto de V. E. un hecho que se ha pintado con los horrores de la arbitrariedad, despotismo, é inhumanidad. De orden de S. A. traslado á V. E. estas prevenciones para su inteligencia y gobierno. Caracas, agosto 10 de 1811. Miguel Joseph Sanz. Exmo. S. D. Francisco Miranda, general en jefe del ejército contra Valencia.