Documentos 1811-1816

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(RESERVADA) Caracas, mayo 15 de 1812. Mi amado general: Luego que ayer por la mañana recibí su carta del 12 relativa á la conferencia, hablé á nuestro buen amigo Gual, comunicándole los deseos de Vd. y verdaderamente los míos; pero, mi general, cada vez, ó en cada paso me confirmo más en el con¬cepto que he formado de estas gentes y de su indecente y grosera desconfianza y rivalidad. El Poder ejecutivo incitó á la Cámara para conferir sobre la materia, y como yo había observado las conversaciones de algu¬nos que me son sospechosos, lo avisé á Gual, previ¬niéndole que había gato encerrado, para que observase por su parte. Dicho y hecho; se juntó la Cámara con el Poder ejecutivo y el mismo que antes había causado mis sospechas, rompió la sesión oponiéndose muy fer¬vorizado á la conferencia que Vd. solicitaba. Me levan¬té, hablé haciendo ver los males que nos había causado la desconfianza irracional y torpe con que en todo procedíamos: que para nosotros no había hombre de bien; y que si no abandonábamos semejante conducta seríamos enteramente perdidos: habló también Gual, siguiendo la misma idea y después de una discusión bastante acalorada en que también habló Felipe Paúl sosteniendo nuestra opinión, hubo de acordarse acceder á la conferencia. Vea Vd., mi general, si puede en el mundo haber razón para negarse á un paso que no se niega á los mayores enemigos; sólo en Caracas hay hombres de esta especie. Veamos adelante. Como no pudieron impedir la conferencia (sobre que hubo quien estampase su voto negativo) procura-ron conseguir su fin y objeto en la elección del comisionado. Yo estaba tan deseoso de ir á ver á Vd. que había prevenido á mi mujer que me dispusiese ropa para el viaje, creyendo que por mi edad y otras cir¬cunstancias me nombrasen; pero no fue así: nombra¬ron á Mercader, hombre de entendimiento obtuso, que ha manifestado siempre disposiciones nada favorables á Vd., y en una palabra el que menos puede servir para una comisión tan importante. Cual votó en Peña y yo en Cual, mandando estampar mi voto por escrito y después que hicimos mil esfuerzos para manifestar la necesidad de nombrar á uno capaz de la comisión. La votación venía hecha en Mercader; pero no le dimos el voto. Las facultades del comisionado causaron otra dis¬cusión. Querían que sólo llevase las de oír y proponer á la Cámara para su ratificación. En fin, se logró que fuese autorizado para consentir en cuanto condujera á salvar la patria: que se ejecutase luego y se diese parte á la Cámara sin perjuicio de la ejecución. Mi general, puede ser demasiada malicia mía; pero sospecho que esta opinión vino de por allá: que se quiso sacar la sardina por mano ajena, haciendo alarde de que se consentía allá la conferencia y que no se eje¬cutaba por nuestra repugnancia. Este es un arbitrio antiguo en estas gentes, aparentar una cosa y por bajo cuerda hacer otra. Sin embargo creo que Vd. conseguirá sus designios, y no he dejado de conformarme en quedar acá, pues me complazco de que me tienen algún respeto porque saben que los conozco y que les hablo claro. Hay hom¬bres que es necesario hacerlos felices á fuerza. Suyo es de Vd. Y con Vd. M. J. SANZ.