Colombeia

a Vuestra Excelencia por el contexto del Oficio Nº 8, que se comprende en el testimonio que acompaño, en que me expresa el Comisario Inglés Don Juan Kennion, no estar en su arbitrio, ni en el de los Generales, venderme, ni a otro vasallo de Su Majestad Cristiana, los expresados buques sobre quillas, ni ninguno de los de línea que fueron rendidos con la Ciu-dad, porque si tal cosa sucediese sería inevitable el sentimiento e indignación de la Corte de Londres. Por el mismo oficio inferirá Vuestra Excelencia cuanto trabajé sobre los propios asuntos en que me sindica de negligente, y en el resto de los que comprende el citado testi-monio, evidenciaron asimismo Vuestra Excelencia el espíritu de fidelidad con que muy al contrario de lo que dice Peñalber, disputé continuados lances, sin otro objeto que el de el servicio del Rey, y el de conservar indemne aquel [cotejar]nor, y confianza en que Su Ma-jestad se ha servido constituirme para manejo de su Real Hacienda, cuyos respetos me li-sonjeo haber satisfecho, con no poco sonrojo de los Ingleses, a quienes repulsé indignación la propuesta que se atrevieron a hacerme desde los primeros pasos, sobre la venta de los referidos pertrechos, por medio de Don Miguel Brito, Intérprete Público en esta Ciudad, provocándome a que consintiese en ella por los precios que le dictaba su codicia, en el con-cepto de que me gratificarían proporcionalmente, reiterando esta misma invectiva con el [cotejar]cimiento de veinte mil pesos, por mano del propio Interprete, quien no dudó res-ponderles, con el conocimiento de mi notoria pureza, que por ningún modo se atrevería a hacerme semejante proposición, según lo comunicó, en aquel tiempo al Auditor de Marina, Don Francisco Gamarra, y sucesivamente al Mariscal de Campo Don Alejando O-Reilly. Confirmando éste la misma especie por propia confesión de Don Thomas Hor-Hall, Cónsul de los Ingleses, que presenció aquellos pasajes.
a Vuestra Excelencia por el contexto del Oficio Nº 8, que se comprende en el testimonio que acompaño, en que me expresa el Comisario Inglés Don Juan Kennion, no estar en su arbitrio, ni en el de los Generales, venderme, ni a otro vasallo de Su Majestad Católica, los expresados buques sobre quillas, ni ninguno de los de línea que fueron rendidos con la Ciudad, porque si tal cosa sucediese sería inevitable el sentimiento e indignación de la Corte de Londres. Por el mismo oficio inferirá Vuestra Excelencia cuanto trabajé sobre los propios asuntos en que me sindica de negligente, y en el resto de los que comprende el citado testimonio, evidenciaron asimismo Vuestra Excelencia + [Al margen: + Mucha parte de mis provisiones dirigidas a la defensa de los Reales intereses y] el espíritu de fidelidad con que muy al contrario de lo que dice Peñalber, disputé continuados lances, sin otro objeto que el de el servicio del Rey, y el de conservar indemne aquel honor, y confianza en que Su Majestad se ha servido constituirme para el manejo de su Real Hacienda, cuyos respetos me lisonjeo haber satisfecho, con no poco sonrojo de los Ingleses, a quienes repulsé con indignación la propuesta que se atrevieron a hacerme desde los primeros pasos, sobre la venta de los referidos pertrechos, por medio de Don Miguel Brito, Intérprete Público en esta Ciudad, provocándome a que consintiese en ella por los precios que le dictaba su codicia, en el concepto de que me gratificarían proporcionalmente, reiterando esta misma invectiva con el ofrecimiento de veinte mil pesos, por mano del propio Interprete, quien no dudó responderles, con el conocimiento de mi notoria pureza, que por ningún modo se atrevería a hacerme semejante proposición, según lo comunicó, en aquel tiempo al Auditor de Marina, Don Francisco Gamarra, y sucesivamente al Mariscal de Campo Don Alejando Ô-Reilly. Confirmando éste la misma especie por propia confesión de Don Thomas Hors-Hall, Cónsul de los Ingleses, que presenció aquellos pasajes.