¿hay aquí proporción entre la pena y el delito?
Hemos hablado ya de la expedición de las Providencias, expe¬dición no menos interesante, tanto por las ventajas que el comer¬cio debe retirar de ella, como por la manera en que ha sido lle¬vada. Los detalles que nos hemos procurado, nos ponen en situación de satisfacer la curiosidad pública.
Pocas personas ignoran que la posición de estas Islas ofrece a sus corsarios un fondeadero tranquilo, un retiro seguro, el im¬perio de los desembocaderos de todas las flotas que vienen del golfo de México, Habana y Santo Domingo.
"Aunque el suelo de las Lucayas, dice un autor célebre, no pueda ser comparado al de varias Colonias, sería suficiente para hacer vivir en la abundancia, por el trabajo, una población más considerable que la que se encuentra actualmente en hombres libres y esclavos. Si la cultura ha sido descuidada, hay que atri¬buirlo a las primeras costumbres e inclinaciones actuales. Su posi¬ción, tan favorable a la piratería, ha tornado las miras de los habitantes hacia el corso. Sin cesar suspiran en pos de las hosti¬lidades que puedan hacer caer en sus manos las producciones de los españoles o franceses".
Su población actual es de 2.376 blancos, 847 negros, 566 casas. Cerca de la mitad está en Providencia; el resto está repar¬tido en las otras cinco pequeñas Islas que forman esta Colonia.
La relación numérica de los blancos con los esclavos, comparada con la de otras Islas, prueba bastante hasta dónde está descuidada la agricultura en un suelo donde su variedad no cesa de solicitar la industria de los habitantes, su ambición, sus caprichos mismos. No debe sorprender que no enviasen a la Gran Bretaña sino 50 o 60 mil escudos en algodón, en madera barnizada, tortugas vivas y sal.
Don Cagigal, Teniente General de los Ejércitos de Su Majes¬tad Católica, su Capitán General en la Isla de Cuba, convencido de la importancia de estas posesiones, resolvió conquistarlas. Salió de La Habana el 22 de abril último, con una flota de 48 basti¬mentos de transporte, sobre los cuales estaban distribuidos 2.000 hombres de tropa, comprendiendo las milicias y negros; 10 caño¬nes de 24, 6 de 8, 8 de 4, 7 morteros y 2 obuses. El descenso debía ser protegido por la fragata americana "La Carolina del Sur", de 40 cañones; por 6 bastimentos ligeros de 16 cañones y por 8 barcas cañoneras de 2. Hasta ahora se creía que el Canal de la Providencia era impracticable para una flota tan conside¬rable, era inclusive la opinión de todos los marinos, pero el ta¬lento prevalece por encima de los prejuicios. Además, Don Ca¬gigal no ignoraba que costeando Bahama al sur, podía encontrar fragatas inglesas, haciendo sus cruceros en esos parajes. Enfiló pues ese canal pretendido impracticable, saliendo de él el 2 de mayo, se reconoció las Islas Biminis. El 3, se tomó una goleta salida la víspera de la Providencia; estaba cargada de despachos para Charles-Town pero los había echado al mar. El Gobernador de las Lucayas instruido de que hacía en La Habana un arma¬mento considerable que podía amenazarlo (la mayor parte de este armamento era para Cabo Francés), decidido a hacer una buena defensa, solicitaba nuevos refuerzos al Gobernador de Char¬les-Town. Había recibido ya tropas, artillería, etc. La fragata y los cuatro navios que las habían transportado, se habían regresado hace algunos días. Estas informaciones que provienen de la go¬leta, hubieran podido desviar de su proyecto un General que con¬sultó menos la gloria de su nación y la suya.
Don Cagigal no se esperaba no encontrar resistencia, puesto que había querido mandar él mismo en esta expedición; pero tampoco había creído que encontraría fuerzas dominantes. El 4, se tomó de nuevo una goleta expedida hacia el mismo destino, había igualmente echado sus paquetes al mar. Confirmó exacta¬mente todo lo que se había sabido por la primera. El convoy se reunió el 5. El 7, al amanecer, la flota española bloqueó el Puerto y tomó una balandra que llevaba también despachos para Charles-Town. El mismo día, el convoy fondeó en los Cayos-de-Sal, en la entrada del Puerto, bajo la protección de las barcas cañoneras, amenazando con tres desembarcos a la vez, uno al Este, otro al Oeste y el tercero en la Isla de Hong, que forma el Puerto y que se encuentra al alcance del cañón de Fort Nassau y de las baterías de la Plaza.
A las cinco de la tarde del mismo día 7 del mes, el Gober¬nador inglés S. Maxwell fue