Colombeia

parlons actuelement du portrait de ce brave home deux ou trois jours aprés votre départ, j'arrive chez Vallet, qui a ma vue se desolé, me montre la planche de cuivre, me dit qu'tin chat qu'il avait enfermé dans son laboratoire, a fait tomber sur cete planche une maudite bouteille d'eau forte, qu'il en est d'autan plus faché que le mal est sans remede, et que vous croirez peut étre qu'il l'a fait á dessein. Je fis tous mes éforts pour l'engager a metre de nouveau la main á l'oevre; mais en vain, j'en saisi tres bien la raison, vous la senter deja, apres avoir consulté avec M. Rodrigue que je croyais votre ami et que je souhaite que vous conaissiez mieux, j'alai trouver D. Galves, qui me reprocha de nouveau mes liaisons avec vous &c. il savait déjá tout, et il savait des choses qu'il ne pouvait teñir que de D. Rodrigue méme, il nya aujourd'hui qu'une voix contre lui dans sa conduite á votre égard Mlle. G. M. M. Bouffaroul Upaute, en disent des horreurs et doivent vous avoir écrit á ce su jet. j'avais deja en quelques entrevues avec M. de Galves, il m'a paru qu'il était plus que prevenu je ne puis vous repeter tout ce qu'il m'a dit, il ne peut digerer votre Gasete du 24 juillet. il faut que je vous cite un trait. il me disait que vous m'én aviez imposé sur toutes les particularités, qu'il avait eu envié de prier M. de Bellecombe de me forcer á me retracter; comme je l'aurais fait! et que vous m'aviez trompé sur le nombre des cañones trouvés dans l'ile conquite; je lui dis que je teñáis mémes details, semblables dans tous le points, de M. Girda memé; on a compté, me dit il alors, jusqu'aux candus qui sont aux coins des rúes pour repousser les cabrouets. j'ai répondu le plus poliment possible a toutes ses declarations contre vous, en lui observant cependant que vous m'honorier de vofre amitié, que vos sentimens méritaient de ma part le retour le plus entier. Vous desirez toujours avoir un dentiste, M. Le Roi ne veut absolument point se décider sans avoir deux cent portugaises d'avance. Sur son refus, un jeune

hablemos ahora del retrato de ese buen hombre. Dos o tres días después de su partida, voy donde Vallet que al verme se aflige, me muestra la plancha de cobre y me dice que un gato que había encerrado en su laboratorio, hizo caer sobre esta plancha una maldita botella de agua fuerte; que está más preocupado aún ya que el mal no tiene remedio y que V. puede creer que lo ha hecho adrede. Hice todos mis esfuerzos para que pusiera de nuevo manos a la obra, pero en vano. Comprendí muy bien la razón. V. la debe sentir también. Después de haber consultado con el señor Rodríguez, que yo creía era su amigo y que deseo llegue V. a conocerlo mejor, fui a ver al señor Gálvez que me reprochó de nuevo mis relaciones con V., etc. Sabía ya todo, sabía cosas que no podían provenir sino del señor Rodríguez mismo. No hay sino una voz unánime contra él por su conducta hacia V. La señorita G., M. M. Bouffaroul y Ugarte dicen horrores de él y deben haber escrito a V. a ese respecto. Yo había tenido ya algunas entrevistas con el señor Gálvez; me pareció que estaba más que prevenido. No puedo repetirle todo lo que me dijo; no puede digerir su Gaceta del 24 de julio. Debo citarle algo: Me decía que V. me había impuesto sobre todas las particularidades; que le habían dado ganas de rogar al señor de Bellecombe para que me forzara a retractarme ¡Como si lo hubiera hecho! Y que V. me había engañado sobre la cantidad de cañones encontrados en la Isla conquistada. Le dije que yo tenía los mismos detalles, iguales en todo punto, del mismo señor Girda. Se ha contado, me dijo entonces, hasta los "candus" que están en las esquinas para rechazar los "cabrouets". He contestado lo más cortésmente posible a todas sus declaraciones contra V. haciéndole observar, sin embargo, que V. me honraba con su amistad y que sus sentimientos merecían por mi parte la reciprocidad más completa. V. desea todavía conseguir un dentista; el señor Le Roi no quiere en absoluto decidirse sin doscientas portuguesas por adelantado. En vista de su negativa, un joven