Colombeia

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vino a Cádiz con doce navíos de línea, dejó tres en La Coruña para la defensa de aquellas costas, y el resto de la escuadra, compuesto de cincuenta navíos y muchas fragatas se recogió a Brest en disposición de salir a la primera orden. En esta situación no parecía posible que los ingleses intentasen enviar fuerzas navales que a mano armada socorriesen a Gibraltar. Si eran pequeñas, habían de caer regularmente en poder de la Escuadra que guardaba el estrecho; si numerosas, saldría una parte de la armada de Brest en su seguimiento y las batiría si llegaba a alcanzarlas, o por lo menos, encerrándolas en Gibraltar y Mahón, las inutilizaría para la campaña venidera. Los furiosos huracanes y borrascas que por espacio de dos meses han reinado en todos los mares, favorecían mucho la combinación de este plan. A pesar de un estado que dejaba tan pocos recursos, el Ministerio Británico, conociendo el aprieto de Gibraltar y temeroso de los clamores que excitaría en el pueblo la pérdida de una plaza tan felizmente situada para su comercio, se resolvió a un partido temerario que parecía condenar la razón y la política, y que sólo puede tener feliz suceso por una