de las extravagancias de la fortuna. Envió una Escuadra de veintitrés navios y muchas fragatas escoltando un numeroso convoy de víveres y tropas al socorro de Gibraltar. Desde luego se tuvieron avisos circunstanciados de los preparativos de esta empresa y se despacharon las órdenes más activas para que Don Miguel Gastón, con veinticuatro navios de línea, se hiciese a la vela en su seguimiento; pero varias casualidades imprevistas y la contrariedad de los tiempos, retardaron algunos días su salida. Los mismos impidieron que Don Luis de Córdoba se reuniese a la escuadra del estrecho, que después de haberlo tentado infructuosamente, hubieron de arribar otra vez a Cádiz muy maltratados.
La Escuadra Inglesa mandada por el Almirante Rodney llegó el 16 del corriente a las inmediaciones de la de Don Juan de Lángara que, por haberle separado los vientos tres o cuatro navios, se hallaba sólo con ocho y dos fragatas. Una espesa niebla que se levantó al amanecer le impidió la vista de las fuerzas inglesas hasta que estaban a tiro de cañón. La fuga en estas circunstancias era impracticable, aunque Lángara, por no exponer a sus gentes