con él, que lo acuna, que no lo abandona jamás... Pues bien ¡este maldito amor propio, es ese sutil egoísta, más o menos activo, que se erige en primer tirano¡...Es él quien substituye a nuestros tiranos derrocados.
De ahí nuestros gritos de Melusina, aunque no tengamos ya que vencer sino nuestras equivocaciones, nuestra ignorancia y nuestros agitadores.
Todo ciudadano de este temple, se dice a sí mismo, en su orgullo: "no estoy hecho para ser oveja; puedo ser pastor; veo algunos a quienes envidio el puesto o la gloria; atrevámonos a criticarlos; excitemos la sospecha; hablemos de sangre y de complots; adulemos, seamos charlatanes; muramos en la tribuna; y prometamos modestamente superar incluso a los más hábiles; papanatas nos creerá, y papanatas tiene muchos hermanos. Mantengamos así el caos, aventemos las pasiones; destruyamos la luz con las tinieblas y las virtudes con el vicio; excitemos los deseos de la codicia; desanimemos toda industria; prediquemos la Ley Agraria; espantemos las artes; destruyamos el comercio; perdamos la esperanza".
Otros (y son los más peligrosos); otros, desesperados con la sola idea de que se pudiera ignorar su existencia, prefieren ser lobos, que no ser nada en el rebaño!... Estos, para robar renombre y pan, quieren una revolucion perpetua: destruyen por destruir; no construyen nada en el lugar que han destruido; muerden, indistintamente, a los pastores, las ovejas y los perros; se desgarran incluso entre ellos despellejándose, cuando les falta pasto, o cuando quieren engañar al espía.