Documentos 1811-1816

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Caracas, 18 de julio de 1812. Mi general: Sin perder un instante ni mi serenidad de espíritu, ni el deseo que tengo de morir por la noble causa que defendemos, mi físico ha sufrido demasiado por la pérdida de Puerto Cabello, y no he podido ni dormir ni comer con gusto después de este desgraciado suceso. No es, mi general, el peligro, el que me contrista, es la gloria de mi patria, es la gloria de Vd. Y la felicidad de este continente, la que no se aparta un instante de mi imaginación. Yo veía todo esto seguro, yo compadecía interiormente la suerte de los pueblos disidentes, y me reía de la que esperaba á su caudillo, más ahora las cosas han variado notablemente y he venido á conocer prácticamente que en la guerra los acontecimientos más grandes son hijos de pequeñas causas, y que una casualidad puede trastornar los más bien combinados planes del general más hábil y experto. Es preciso no engañarnos, nuestra situación se ha hecho muy crítica, cuando todo presentaba antes un porvenir lisonjero y una terminación feliz. Mi general, yo sin ser militar, me parece había penetrado las miras de Vd.: como la campaña dependía de una acción, Vd. Quería asegurarla y tal vez estaba Vd. Cierto del suceso con un enemigo emprendedor, y que necesariamente debía precipitarse alguna vez en algún paso de que no pudiera escapar. Yo así lo concebía, y así lo esperaba, pero ahora ya la suerte le ha proporcionado medios de hacer la guerra diferentemente. Y a él no expondrá ninguna acción imprudente, ya el tiene un puerto, tiene más territorio que nosotros, y tiene pueblos alucinados y erguidos con el suceso. Las posiciones se han cambiado y nosotros nos encontramos en el caso de abrirnos con la espada los medios de nuestra seguridad, y tan pronto que ellos no tengan tiempo de atacar a La Guaira y esta capital. Si lo efectúan, ¿Cómo podrá defenderse Caracas, donde no hay gente que pueda hacerlo? La Guaira también esta sin gente, y si allí por desgracia perdiésemos la harina y los pertrechos de guerra, con qué nos defenderíamos y con qué se proveería el ejército? Los insurgentes Capaya y Curiepe pueden ser socorridos fácilmente con armas, y viniendo por Guatire pueden hacer mucho mal á la capital. Si ésta se pierde, no se encontraría el ejército entre dos fuegos y por consiguiente en una situación bien crítica? Estas reflexiones me las dicta, mi general, no ningún género de temor: yo no lo tengo y con el sacrificio de mi vida habré cumplido mi deber, pero al mismo tiempo creo que debo hacérselas á Vd. Para las medidas que tome si las considera dignas de su atención. El enemigo teme á nuestras tropas; por qué no atacarle, mi general, antes que conduzca de Puerto Cabello piezas de campaña y obuses, y fortifique el puerto de la Cabrera? Ya él tiene más municiones que nosotros, tiene fusiles, tiene caballería; que por lo menos se le ataque antes que tenga artillería. Si ahora nuestra tropa tiene entusiasmo, por qué no aprovecharlo? Vd. Sabe muy bien, mi general, que lidiamos con la misma opinión de pueblos alucinados, que á los nuestros puede comunicarse el mal, y que si se desbanda el ejército, se acabó la libertad. Quinto Pabio y Washington vencieron esperando, pero mandaban pueblos decididos á defenderse. En fin, mi general, yo he cumplido ya con decir lo que siento. Vd. Hará como siempre lo mejor. De Vd. Su más decidido amigo: V. Sallas.