Documentos 1811-1816

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Caracas, 7 de Febrero de 1812. Mi querido coronel: Jamás ha sufrido un hombre que se había hecho ilusiones tal desengaño como yo con el prospecto de éxito que tenía formado; me halagaba con las introducciones que Vd. Me había dado para este país. Había demorado escribir á Vd. Por un tiempo considerable en la esperanza de que el día siguiente ó la siguiente semana me permitiese ser particular sin error ó hasta los primeros quince días ó que hubiese visto á Vd. Por aquí, pero mi desengaño, llevado con la paciencia más grande, desgraciadamente se ha extendido por siete meses. ¿Qué pueden necesitar estas gentes? Estoy destinado á permanecer inútil en medio de ellos; indudablemente que si desean adelantar sus conocimientos militar (y en nada pueden ser más ignorantes) no deberían jugarse con el tiempo y con los sentimientos de una persona que ha ofrecido tan decidida y espontáneamente sus servicios y sufrido una herida, que hubiese podido evitar, en el desarrollo de innecesario celo en servicio de ellos para distinguirse. Escribo esta al medio día para suplicar al capitán Haynes hacerme el honor de llevarla á Vd. He hecho numerosas súplicas por una contestación á mi petición y súplica de ser recibido en el servicio con la gran seguridad y deseo de hacer todo lo posible en mi poder para asegurar la libertad e independencia de estas provincias y de volverme uno de ellos, sin haberme sido posible recibir ninguna contestación del Ejecutivo. Su amigo el general Miranda no me ha tratado ni como caballero; se ha tenido reservadamente alejado, nunca me ha dado la mano, ni invitado á almorzar, comer ó cenar. No he recibido sino mortificaciones y el tratamiento que se le puede dar á un hombre por personas que le desprecian ó consideran como nulo ó que le podrían hacer volverlo un enemigo eterno. Seré más extenso dentro de poco, esta es solamente la expresión de mi celo y sentimientos desinteresados y los sentimientos que inspiran la frialdad y el mal trato. Créame, querido coronel, su muy humilde y sincero servidor: F. G. Cassin. Había escrito la anterior anoche, cuando me informo Sir Gregor MacGregor, en cuya casa estoy alojado y que se ha interesado en persona por mí, que la decisión del Ejecutivo era que fuese examinado y me darían un rango de acuerdo con los informes que le fuesen dados. ¿Qué hay aquí, mi querido señor, capaz de examinarme y hacer tales informes? La manera perversa con que todo fue conducido en Valencia, revelaba ignorancia y barbarie en extremo, ¡Qué campamento! Lleno de cabezas recogidas de los bueyes matados para los soldados, ofendía la vista de cualquier hombre que no hubiese visto un campamento tártaro ó abisinio; era una pintura de la barbarie más antigua y en cuanto á disciplina e instrucción de la tropa, eran tales, como las que podrían esperarse en tal campamento; parecía que los que sabían como se debían conducir los negocios militares, estaban resueltos políticamente á no instruir ni adelantar á la tropa. Un pueblo salvaje reunido sin oficiales no podría conducir peor los negocios; verdaderamente ba sido dicbo por una autoridad nada inferior que había peligro en instruir á los soldados. Este no es el sentimiento general, ni el sentimiento de los caraqueños nativos, ni el del gobierno; este último quiere soldados y más que soldados un hombre á quien se le pueda confiar el mandarlos. Aparentemente son profundos políticos y en realidad son muy pobres, oscuros y misteriosos como su religión en todos sus procederes; la mejor política no la conocen; el candor no les pertenece. La sospecha y la desconfianza forman la base de la fábrica, y la pequeñez y la decepción su estructura. Los gobernantes se abstraen del pueblo y mi caso y muchos otros son ejemplos; sus secretarios o dependientes los excusan con un mundo de trabajos y a pesar de esto no adelantan. Su frialdad, reserva y duplicidad han ocasionado que Mérida, Cumaná y Margarita se separen de la Unión. Sus principales caracteres militares, exceptuando á Miranda y Fernando Toro, son españoles, canarios ó franceses: todos ignorantes del arte de la guerra, todos celosos de admitir entre ellos hombres de conocimientos superiores, aprehensivos de rivalidades y de verse obligados á exhibir su propia incapacidad. Para concluir, mi querido coronel, en cuanto á mí, tales son los hombres que forman el consejo de guerra ante el cual han sido puestos mis papeles y que dicen es necesario que yo sea examinado en táctica militar, y el principal ó Inspector General ha agregado que mi deficiencia en el idioma me inutiliza para mandar y que sólo puedo servir al principio como capitán. ¿De qué utilidad puedo serles en tal capacidad, cuando se enseña al soldado según el sistema español de hace doscientos años1? Al través de tales maniobras es imposible que yo pueda soportarlas con paciencia y que sabiendo más, pueda adquirirlas ó ejecutarlas. Ahora está enseñando á sus nuevos reclutas según el sistema de los franceses. Es tan poco el deseo del coronel de artillería Cortés para admitirme en un rango respetable, que ha insinuado dudar que yo sea soldado y tiene lejos de mi alcance las palabras de mando del idioma español, cuya única traducción se encuentra en un libro francés de su propiedad. De Vd. Obediente servidor. Cassin.