Documentos 1811-1816

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(Reservada) Caracas, junio 20 de 1812. Mi amadísimo general: Me entregó Delpech su carta del 16 y ayer fui á la Cámara y dije tantas cosas cuantas puede decir un hombre lleno de fuego patriótico, que mira nuestra actual situación, no tanto como la obra de los enemigos, cuanto el efecto de las intrigas de esta ciudad; no digo bien, pues sólo son cuatro ó seis malvados; el resto del pueblo está por la defensa de la patria y por la gloria de su general. En fin se decretó la ley marcial, y que va á publicarse ahora: y ayer mismo se publicó un bando para que todos se presentasen. Hice presente en la Cámara que la gente se escondía no por repugnancia á defender su libertad, sino porque habían concebido que se pretendía formar un ejército contra el generalísimo, y nadie quería concurrir á sostener facciones; que dejásemos nuestras viles sospechas y aparecerían hombres dispuestos á la defensa común. En efecto anoche decían varios de los que se presentaron que ellos irían gustosos al ejército del general Miranda y que marchasen por delante los europeos é isleños, por no parecerles justo, dejar sus casas y familias expuestas, y que estos hombres se quedasen aquí á pretextos de pulperías, bodegas y almacenes. Mi general, crea Vd. que el pueblo es sano: cuatro ó seis cabezones son los que procuran corromper el espíritu público; y todo viene, como he dicho á Vd. mil veces de la ignorancia, de la ambición y de la envidia. Las cosas que le dije ayer, fueron muy graves: yo estaba encendido y me salí de la Cámara desafiando expresamente con mi palabra y con mi brazo al que quisiera contradecir mis proposiciones. Nadie me dijo una palabra: todos callaron; el resultado fué la publicación del bando ayer mismo y la de la ley marcial para hoy. Mi sangre está alterada, y soy capaz de matar á un par de estos bribones si continúan sus picardías. A estas gentes no hay que andarles blando; yo á lo menos así me gobierno con ellos. Robertson había salido esta mañana: es mi amigo antiguo: su carácter es franco; recibirá Vd. mucha complacencia teniéndole á su lado, pero tiene la misma falta que Vuestra Merced (permítame la voz) que no conoce el carácter falso y doble de esta gente, persuadiéndose fácilmente de aparentes seguridades y de exteriores expresiones de buena fé. No es así, mi general; mil veces se lo he dicho á Vd. y la experiencia me enseña que Vd. no me cree, ó que pueden más que mis insinuaciones su virtuosa sinceridad y su franqueza. Le engañarán á Vd. á cada paso; una cosa dicen por delante y otra hacen por detrás; y aun lo mismo que aconsejan que Vd. haga como bueno, procuran contradecirlo por ajenas manos y vías tortuosas. Aprueban en lo exterior, y es mentira, pues tienen el veneno oculto en el corazón. Este es un vicio del antiguo gobierno y en uno de mis semanarios lo explico así muy claramente. Ellos no me pueden ver, porque saben que los conozco. Procure Vd. Manejar á Carabaño con mucha prudencia porque han hecho todo lo posible por corromperle y disponerle contra Vd.; pero él es buen patriota; confiesa el mérito de Vd., gusta de servir á sus órdenes y estando fuera de los influjos de esta gente, obrará como debe. Es mozo fácil de engreírse y muy pundonoroso; apetece mucho el buen trato de quien le manda. Acuérdese Vd. Que David disimuló hasta la muerte los excesos de Job, y Cortés ocultó en su pecho aun las traiciones de sus oficiales, porque los necesitaba; es necesario mucha política para atraerse y hacer á su partido á los soldados, sin perjuicio de la subordinación militar, que es de la primera necesidad Suyo siempre: M. J. Sanz