Caracas, 8 de julio de 1812.
Ahora acabo de recibir la carta de Vd. En que me dice la determinación del generalísimo acerca de que vaya luego que se restablezca Ribas. Los negocios de este gobierno están sin el debido curso porque el gobernador ha hecho cama por el ataque de nervios que le observo, pero como el sin embargo despacha, yo poco puedo influir' Por afición he revisado los trabajos del parque; los he agitado en lo posible y se trabaja sin cesar en la composición de quinientos fusiles, totalmente inútiles. La construcción de cartucheras es indispensable iniciarla pues no hay aquí útiles sino muy pocas.
El comandante de la Guaira según me ha informado el teniente de artillería Juan Jugo, dice que no puede defender la plaza porque no tiene más que cincuenta fusiles útiles, que los esclavos de aquella villa que se le han presentado los remitía al ejército. A la verdad es muy fácil no defenderse, porque no componiendo las armas, no instruyendo á los hombres que deben en pronto hacerse soldados, se dan todos los pasos para poner humildemente las manos que han de atar los enemigos.
Esto necesita de hombres; aquí debían instruirse todos los presentados, tanto para remitirlos útiles para el ejército, como para tenerlos para sí, pues más fácil es semejante operación donde por ahora sólo se hace un servicio de guarnición que en el cuartel general.
Es imposible que remita á la pluma todo lo que considero debe hacerse y sólo puedo asegurar que fallo por la defensa de la Guaira, y aun esta, en el estado actual de las cosas.
Aquí debía de haber un gobernador político que descargase un poco al actual.
El hambre y la miseria crece por momentos, la división de Camatagua debía reforzarse, para que bajo su abrigo corriese la introducción de ganados; de este modo podría esperarse la introducción de armas y otros auxilios, podría formarse el ejército y ponerse en estado de ser una fuerza colosal con respecto al enemigo.
Informe Vd. Al generalísimo de estas opiniones, diciéndole que desespero por partirme, pero que lo impiden la orfandad en que dejo á Caracas y su retaguardia.
Os desea salud vuestro amigo:
Juan Paz del Castillo.