Documentos 1811-1816

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NOTA: Terremoto 1812 Ciudadanos: Si el hombre permaneciese siempre en una misma posición: si unas mismas fuesen siempre las circunstancias de su vida: si todo fuese prosperidad: si no tuviese que luchar con la naturaleza y la fortuna, ni tendría que admirar en aquella, ni temería las vicisitudes de ésta. Embriagado con una empalagosa felicidad; y entorpecidos sus sentidos con la unanimidad de los objetos, no elevaría su espíritu para contemplar las obras del Criador; ni fijaría su destino en el premio inmortal de las virtudes. Es el hombre naturalmente ingrato, y para llamar su atención fue necesario que la sabiduría infinita de Dios, que ama á sus criaturas, y nunca puede olvidarlas, dispusiese que la misma naturaleza le despertase variando sus efectos, y presentándose ya bella, ya horrorosa. Por esto es que la sequedad esteriliza los campos: que la superabundancia de lluvias los inunda: que el granizo acaba con las mieses: que los truenos y relámpagos asustan: que el calor sofoca: que el frío incómoda: que revientan volcanes: que se conmueve la tierra: que se destruyen ciudades: que acometen las pestes: que se transforman reinos: que desaparecen naciones; que se forman nuevas. Por esto es que el hombre sufre la sed, el hambre: los peligros: los riesgos: las incomodidades. Y es por esto que la misma agua que le refriega, le ahoga: que el fuego que le vivifica, le quema: que el alimento que le mantiene, le mata: que la tierra que le sostiene, le espanta: que el techo que le defiende, le destruye. Agitado así el hombre con la inconstante variedad de objetos; prósperos y adversos, agradables y horribles, precisamente eleva su alma á Dios, admirando en la misma naturaleza la magnitud de su ser, su omnipotencia, y el incomprensible artificio de agentes visibles é invisibles, cuya acción y efectos obran diferentemente en ella según su educación, sus principios, y tal vez su conveniencia, sus intereses y pasiones. Ciudadanos: la ciudad de Caracas sintió á las 4 y 7 minutos de la tarde del 26 de marzo último un violento terremoto que destruyó sus edificios. ¿Y cuáles son las consecuencias que debéis deducir de este horrible suceso? El hombre supersticioso y fanático os dirá con gestos afectados, que es un castigo especial de Dios que furibundo y airado en particular contra sus habitantes manifestó de este modo su venganza… El malintencionado os sugerirá que nada debéis esperar de una ciudad aborrecida de Dios por haber proclamado su independencia' y declarádose contra la tiranía de los ambiciosos… El enemigo de la libertad de los hombres y de la igualdad os querrá persuadir que la gloriosa resolución con que Caracas detesta á los tiranos, y hace guerra á los déspotas es la causa de este desastre; y que mudando de opinión, y volviendo á la cadena que rompisteis, aplacareis la ira de Dios… Seguramente será este el lenguaje del supersticioso, del malintencionado, y del enemigo; pero, Ciudadanos: el hombre verdaderamente cristiano, observador de la doctrina de Jesucristo, desnudo de preocupaciones pueriles, y desinteresado, os dirá que este terremoto del 26 de marzo, así como todas las bellezas y horrores que diariamente afectan la especie humana en todas las partes del mundo, son efectos necesarios de la naturaleza, dispuesta por Dios para que el hombre admire su omnipotencia, le adore en sus obras, y reconozca que no fue criado para la aparente felicidad de esta vida… Os dirá también que de esta manera quiere Dios probar vuestra constancia, y haceros dignos de la libertad que habéis conquistado de vuestros tiranos: que este es un bien tan grande, que no puede merecerse, gozarse, y conservarse sin un heroísmo de virtud: paciencia en los trabajos, fortaleza en las adversidades: firmeza en las resoluciones: valor contra los tiranos; y que si desmayáis en la santa obra que habéis emprendido contra los ambiciosos, volveréis ó ser esclavos como indignos de ser libres. El hombre bien intencionado os indicará en las ruinas de Caracas y otros pueblos, una ocasión la más bella de ejercitar esas mismas virtudes, y las más agradables á Dios, que constituyen nuestra sagrada religión: beneficencia hacia el prójimo: conformidad con sus sabias disposiciones: magnanimidad en las desgracias ; y un campo dilatado en que los habitantes de este Estado desplieguen sus talentos para manifestar al mundo todo, que si fueron capaces de sacudir el yugo impío de la tiranía, son también bastante firmes y fuertes para sufrir los desastres de la naturaleza. En fin, Ciudadanos: el hombre político os hará ver en las providencias que ha dado, y está dando, que si nuestros enemigos se aprovechan de nuestra desdicha para invadir nuestro territorio al favor de la consternación general, ó del abatimiento que ha podido causar el terremoto en los espíritus débiles, supersticiosos y fanáticos, serán sus ventajas momentáneas, porque marchando ya fuerzas militares superiores, en breve recuperaremos lo que hubiéramos perdido, y tal vez irritada nuestra venganza» ayudados de Dios que premiará nuestra firmeza, nuestra paciencia, y nuestra constancia, será esta la ocasión en que quedarán no sólo escarmentados, sino también sojuzgados, y sin esperanza de incomodar á hombres virtuosos que habiendo proclamado los sagrados derechos de su libertad, igualdad é independencia, imprescriptibles por naturaleza, contra sus usurpadores, han sabido sostenerlos en medio de los más terribles acontecimientos. Además os mostrará un gobierno ilustrado y constante en el desempeño de sus obligaciones, que trabajando sin cesar de día y de noche, expuesto como todos á las incomodidades y sufrimientos, aplica todos los medios posibles para consolar á los afligidos, auxiliar á los pobres, contener á los facinerosos, y restablece! El orden. Tendréis la complacencia de saber que este gobierno, existente en medio de las ruinas, recibe armas, municiones y víveres de los buques extranjeros que llegan á la Guaira: alista tropas: completa sus batallones: disciplina reclutas: y hace marchar trozos considerables de hombres bien armados y proveídos, que acercándose á las fronteras sostengan á los amigos de la libertad y escarmienten á sus enemigos. Ciudadanos: despertad del adormecimiento en que puede haberos sumergido ese admirable sacudimiento de la naturaleza: admirad y respetad las obras de Dios sin ser supersticiosos: procurad sin abatiros el remedio de los males: despreciad con denuedo cristiano y varonil los artificiosos discursos de aquellos que querrán restituiros a la esclavitud, y restablecer el dominio que fundaban en la ignorancia de vuestros derechos: estad alerta sobre los que abusando de la santa religión que profesáis, os intimidan con falsas ideas para subyugar vuestro espíritu, y aprovecharse de vuestro abatimiento. Mirad, en fin, que este es el tiempo preciso de sostener heroicamente, á toda costa y peligro vuestra independencia: Dios espera ver cómo os conducís en este lance para concederos perpetuamente la libertad, si la merecéis con vuestra constancia: ó privaros para siempre de ella, si desmayáis en la prueba que os ofrece por su infinita sabiduría, misericordia y bondad. Ciudadanos: vuestros representantes os hablan, sed hombres cristianos para adorar á Dios en todas sus obras: sed hombres constantes para merecer ser libres: sed hombres para uniros de veras á vuestros compatriotas: sed hombres para reconocer la igualdad de derechos en todos los hombres y sed hombres para manifestar al mundo que sois hombres, y que debéis ser respetados como hombres. Caracas, 9 de abril de 1812, II de la independencia. José María Grajirena, Presidente. Miguel José Sanz, vicepresidente. José Paúl, Secretario.