(Reservada)
Guatire, julio 7 de 1812.
Mi general: Luego que recibí la comisión, que fué anteayer, procuré salir en el momento, pero no pudo ser hasta las nueve de la mañana de ayer. A las oraciones llegué á este pueblo, en donde se halla detenida nuestra gente por dos causas; una es, que según me asegura el comandante Lino, es una partida de hombres enteramente inútiles, é incapaces de transitar estos montes, muchos de ellos estudiantes que nunca han disparado el fusil. Otra es no saberse el estado de la insurrección, pues al mismo tiempo que suponen que se ha revuelto Curiepe, Marasma, Tacarigua y Mamporal (estos son los que llaman de Capaya) Guapo, Río Chico, Caucagua, Panaquire y Tapipa, que todos están poco más o menos en la costa del mar: no tienen aquí un dato que pueda servir de fundamento, sino voces voladas. Sólo es cierto que nadie viene de aquellos valles, y que algunos que ha mandado Lino, se han quedado, y también es cierta la insurrección, aunque se ignora su carácter y jefes principales y que se ha proclamado á Fernando VII.
Es necesario comunicar á Vd. Muy reservadamente para su inteligencia en su oportunidad, que traje de Caracas conmigo un hombre de toda la confianza posible, al cual he despachado ya por caminos extraviados de que es muy práctico, como lo es de todas aquellas gentes; y va con el fin, muy bien instruido y prevenido, de hablar á aquellos habitantes en mi nombre, para que conozcan el engaño y horrores en que los sumerjen nuestros enemigos, careándonos como gallos para después escaparse y dejarlos en el empeño. En una palabra, lleva orden de formar una contrarevolución, valiéndose de todo arbitrio sea el que fuere: que ofrezca dinero, grados, haciendas de los revoltosos y cuanto sea posible para conducir al objeto. Al encargado que llamarémos P. B. le he ofrecido que Vd. Le pondrá en estado de vivir con toda comodidad y honra. Ha quedado en avisarme sus pasos gratificando personas capaces de venir en donde aguardo. Pienso despachar otro por lado diverso y le espero para tratarle sobre el asunto. Aunque tengo alguna confianza en el que despaché, estoy en el desasosiego que ocasionan la incertidumbre y la duda. Por otra parte yo espero por momentos noticias de aquellos valles, pues creo imposible que tantas personas conocidas mías, que casi me adoran, hayan entrado de intención, ni dejen de avisarme alguna cosa, mayormente cuando sepan que estoy en este pueblo.
Previne al encargado que hiciese entender que yo traía comisión amplísima del generalísimo, cuya intención era que los pueblos se desengañasen y que todo se pacificase y pusiese en orden sin sangre, ni arruinar á ninguno, especialmente americano.
Advierto á Vd., mi general, porque no puedo menos, que esta empresa, estén como estuvieren los valles, necesita de un oficial resuelto y no contemplativo: y alguna partida de tropa de montaña, porque estos caminos son inaccesibles y es preciso estar hecho á ellos. Un oficial que no se intimide, ni atolondre con las voces que se esparcen y que haga mantener la tropa en disciplina y hubordinación. O hay inteligencia con Monteverde, ó no la hay: en uno y otro caso, nuestra dicha ó desdicha en estos valles, depende de la desdicha ó dicha del ejército que Vd. Manda; si Vd. Es victorioso, seremos victoriosos en todas partes, ó al contrario. Esto es tan cierto que el movimiento de estos valles, no ha tenido otra causa inmediata que la voz que en ellos corrió de haber sido Vd. Destrozado. Allí se sabe ya que es mentira, pues un criado mío que salió de Caracas, y llegó el propio día de la insurrección, llevaba impresos y cartas en que constaba que nunca habíamos estado mejor y estas las habrán tomado y leído.
Para su gobierno y que Vd. Haga juicio de lo que puede un atolondramiento, aseguro á Vd. Por el conocimiento que tengo que en todos los valles que antes he nombrado, habrá cuando más de cuatro á cinco mil esclavos entre viejos, niños, hombres y mujeres, de los cuales habrá 500 á 700 de armas: y gente libre de armas no puede llegar á mil; de manera que sin contar con los que pueden agregarse, es difícil se junten 2.000 hombres entre libres y esclavos en una dispersión considerable, pues entre valle y valle median caminos intransitables, bocas de ríos y aguazales: si no forman un centro, no pueden socorrerse fácilmente; el centro puede serlo Curiepe, lugar mortal aun para los que allí nacen.
Mi dictamen es entrar luego y formar un cuartel ó acantonamiento en Marasma, que llaman Capaya: allí están sujetos los valles de Curiepe, Tacarigua y Mamporal y nadie puede pasar para Caracas sino por Caucagua, donde podría ponerse otra partida. Si yo hubiera sido militar, y que me acompañasen cincuenta hombres buenos habría marchado adelante; pero Lino me dice que con la gente que le han dado expone el honor de las armas de la República. En fin, mi guerra es diferente, y estoy atacando: veremos si tengo buen suceso.
Estoy inquietísimo con la noticia de Puerto Cabello y estimaré no omita Vd. Decirme algo para mi consuelo ó desconsuelo.
Suyo siempre:
M. J. Sanz.