Documentos 1811-1816

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Guatire, julio 10 de 1812. Mi general: Véame Vd. aquí detenido, pudriéndoseme la sangre. El comandante de esta expedición, sin embargo de las órdenes de Ribas, repugna avanzar para entrar en los valles insurgentes. Dice que no tiene tropa suficiente y que la que le han dado no sabe cargar, ni descargar. Aun no sabemos nada de los valles, porque los revoltosos han combinado tan acertadamente sus medidas que en tantos días no ha salido de allí una persona siquiera, y es que en las gargantas y pasos precisos tienen guardias. La tardanza es el mayor enemigo, pues la tropa que hay aquí se está comiendo los pocos víveres que con dificultad se encuentran (gracias al gran patriota Juan Antonio Regalado) y se va enfermando: ya están en hospital unos diez ó doce. Lo peor es que habiendo mandado ayer una partida á reconocer el camino que va para Caucagua, no se encontró un hombre y se dice que muchos se van pasando á los valles. Esto, mi general, necesita, de más seria atención, porque los insurgentes se irán organizando y atreviendo, y dueños los enemigos de aquellas costas, tienen buenos puertos y seguras radas, y son dueños de las haciendas y tierras más ricas de esta provincia y la situación hará muy difícil expelerlos. Ellos pueden en todo caso, destruir las mejores haciendas, llevarse los frutos, robarse los esclavos y escaparse por mil partes. Mire Vd. que si ellos, como debe creerse, son auxiliados y se fortifican en ciertos puntos, muy difícil es entrar con gente armada en los valles. Vd. puede considerar esto teniendo presente, que sólo con el hecho, ó primeros movimientos, les ha sido fácil, no dejar pasar á nadie para acá, habiendo allí muchísimos que tienen sus mujeres y familias de este lado, y fueron á diligencia y negocios. El asunto puede ser más serio de lo que se piensa ó parece. Sabemos de positivo que los manda Gaspar González, español, que era ayudante de aquellas milicias: que los sostienen algunos catalanes y que están allí Llamozas, Vaamonde, cuñados del padre Quintana y el cura Meléan, adorador de la sabiduría y virtudes de este. Además es notorio que allí poseen estos malvados grandes haciendas y muchos esclavos. He sabido que Llamozas trasladó á Capaya sus hijos que tenía en Caracas: que es decir que la insurrección estaba meditada y que por consiguiente que hay inteligencia con los enemigos y quien sabe con quiénes más en Caracas y estos partidos. Aun no he tenido noticia ninguna de mi emisario P. B. ni tarda todavía; pero aguardo algo dentro de tres ó cuatro días. Mi opinión siempre ha sido la de marchar adelante y más sabiendo que el comandante de la Guayra ha mandado alguna tropa por la costa de barlovento. Si nosotros entramos también por acá, juzgo desconcertados á los insurgentes y que entonces se vendrán á nosotros todos los amigos. Reservado. Advierto á Vd. Que el teniente coronel Francisco Palacios, justicia mayor y comandante militar de Caucagua, abandonó el partido y dejó los fusiles y pertrechos que allí tenía. Este es un hecho que ha arrastrado mil perjuicios y me parece digno de examinarse y juzgarse. Aquí se apareció contando cuentos para justificar su fuga, y fue con ellos á Caracas: yo nada creo á un cobarde que huye, y menos á un hombre que colocado en un puesto, le abandona. El tal Palacios… Por Dios, no deje de comunicarme el resultado de Puerto Cabello y las operaciones de nuestro ejército, pues aquí estamos sin noticias ningunas, y de estas dependen mis operaciones respectivas á Capaya y las de nuestra tropa. Repito que mi dictamen es avanzar, aventurando algo. Soy siempre suyo: M. J. Sanz.