y protección; pero éste se excusó así por no comprometerlo como porque el designio suyo era de pasar a Inglaterra lo más pronto posible.
En la noche de aquel día vino a visitar al General el ciudadano Mallouet, miembro que fue de la Asamblea Constituyente, persona bien conocida por sus talentos y desgracias que en iguales circunstancias a las del General había sido acogido allí por el mismo Herbouville que tiene mejor discernimiento sin duda que los que mandan en París. Yo me hallé presente a esta visita y puedo asegurar que nada oí al ciudadano Mallouet que no respirase el más puro patriotismo y el más ardiente amor por la felicidad del pueblo francés. Expatriado por las cábalas de los malintencionados que han tenido el talento de mezclarse en el gobierno de la República, tan digno ciudadano se halla hoy lejos de su familia y de sus amigos cuya pérdida le causa el más vivo sentimiento. Yo no podré olvidar la confianza con que se ofreció a acompañar al General a donde quiera que fuese y sus vivos deseos por la libertad de la América Meridional, a la cual realmente este hombre virtuoso serviría de grande ornamento.
De Amberes pasamos a Rotterdam y como era preciso proveerse aquí de nuevos pasaportes para nuestro viaje ulterior, el General pensaba valerse de la amistad del Cónsul Americano Torman para que, como americanos, nos los facilitase. Mas antes de dar este paso quiso ver a Mr. Crauford y entregarle la carta de Barthélemy. Esta medida fue muy acertada