porque este respetable negociante le aseguró que el Cónsul Francés en aquella ciudad, Guis, estaba ya informado de todo lo que había pasado en París, información que no parecía poderle venir sino de oficio; cuyo objeto podía muy bien ser el de implicarle allí con la España, ya que en París no se había conseguido. Esta conjetura se hacía más grave con lo que el Ministro mismo de Francia en la Haya, Sémonville, había hecho entender anteriormente al General a su venida de Inglaterra, añadiéndole que había tenido gran pena en sacar de una prisión holandesa a un ciudadano Francés venido de Curazao que el Ministro de España, Andeaga, reclamaba como uno de los facciosos de la América Española, probablemente de la provincia de Caracas. Mr. Crauford era pues de aviso que el Cónsul Americano, siendo íntimo amigo del de Francia, hacía un grande riesgo en descubrirse a él. Siendo el General de la misma opinión, el mismo Crauford nos procuró pasaportes Prusianos y dándonos cartas de recomendación nos hizo salir en el mismo día para Maassluis, pequeño aunque hermoso puertecillo, que está ala embocadura de la Mosa y en donde un gran número de barcos solo esperaban un viento favorable para hacerse a la vela para la Tamiza. Llegar allí, ajustar nuestro pasaje y cambiar el viento en nuestro favor fue todo uno; mas al tiempo de irnos a embarcar, un embargo general desconcertó todas
"y éste añadía maliciosamente la calumnia de que el motivo era ser Espía de la Inglaterra".