Colombeia

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das nuestras esperanzas por el momento. Como las circunstancias políticas no parecían exigir una medida tan grande, el embargo nos consternó extrañamente y sobre él formábamos mil conjeturas. Anegados pues en perplejidades, determinó el General que pasase yo a Rotterdam a hablar con Mr. Crauford a fin de sacar por su medio alguna luz sobre el asunto. Pero Mr. Crauford me aseguró que por lo respectivo a nuestras personas no creía que hubiese cosa alguna que temer siempre que nos mantuviésemos en el retiro de Maassluis y bajo los nombres supuestos que habíamos tomado en los pasaportes (cosa que se practica comúnmente en Holanda); y por lo del embargo, que se estaban haciendo las mayores instancias porque se alzase por los perjuicios que de él se seguían al comercio. Es de advertir que no había a la sazón más barcos que pudiesen pasar a Inglaterra que los de América o Prusia, porque los demás, directa o indirectamente, estaban en guerra con los ingleses. De aquí resultó que habiendo nosotros tomado nuestro pasaje en Maassluis, a bordo de un barco prusiano, fue menester a pocos días pasar a Hellevoetsluis a solicitar un barco americano que nos condujese a Inglaterra a causa de que el embargo se abrió para estos últimos y no para los demás. No es menester olvidar