Colombeia

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riores, el cual me despidió como yo lo había pensado, esto es que él no firmaba sino los pasaportes dados por los embajadores, y por más que le repliqué se mantuvo en su negativa. Salí allí harto desconsolado, pero acordándome de que el señor Pickering, Secretario de la Embajada Americana en Londres, debía estar en casa del Embajador de la misma nación en la Haya, y que siendo amigo del General y conocido mío podría facilitarnos los pasaportes Americanos de la descripción que quería el Ministro, me encaminé para casa del Embajador de América, pero habiendo indagado por el señor Pickering me dijeron que había partido el día antes para Ámsterdam. Por último fue menester tentar fortuna en casa del Embajador de Prusia Barón de Bildt. Una fisonomía agradable, mucha sencillez en su vestido y grande afabilidad en su trato caracterizan a este hombre estimable. Estas circunstancias y el ver en su gabinete con notable distinción el retrato de J.J. Rousseau y la vista de su sepulcro en el parque de Ermenonville me hicieron formar buen agüero de mi misión. En efecto habiéndole expuesto el motivo de mi venida con todo lo que la hacía inevitable, no puso dificultad en darme el pasaporte siempre que le manifestase aquel con que habíamos salido de Prusia; mas habiéndole dicho que para obtener el del Cónsul de Rotterdam había sido menester dejar el otro en su poder, entonces escribió al Ministro de