Colombeia

injusta no dá ningún derecho, y el soberano que la emprende se hace delinquente para con el enemigo á quien ataca, oprime y mata, para con su pueblo, imvitándole ala injusticia, y para con el genero humano, cuio reposo perturba, y á quien un exemplo da un exemplo pernicioso. En este caso, el que hace la injuria está obligado á reparar el daño, ó á una justa satisfacción, si el mal es irreparable''. Desde el descubrimiento del nuevo mundo hasta ahora no hay un solo publicista que se atreva á sostener, que la guerra déla España, contra los pueblos de América, haya sido justa. Las naciones del Perú, de Chile, de México, y de Bogotá desconocida hasta entonces a los españoles, no havian podido hacerles la ofensa mas ligera. Por consiguiente las agresiones de estos últimos, injustos en su origen, atroces en su execucion, no pueden darles el mas ligero derecho; y como el mal que la Corona de España ha hecho es irreparable en si mismo, no le queda otro medio, según la disposición ya citada, sino el ofrecer una justa satisface que no puede encontrarse sino en la evacuación inmediata por sus Tropas, del continente Americano, y en el reconocimiento déla independencia de los pueblos que basta hoy componen las colonias llamadas hispano­americanas. Estos son los verdaderos principios, las reglas eternas déla justicia, las disposiciones de aquella ley sagrada, que el derecho de gentes necesario en virtud del derecho natural impone á las naciones. Pero puesque, por una fatalidad enemiga déla felicidad del genero humano, se hace imposible alegar el derecho natural y necesario, dejándolo solamente ala conciencia délos soberanos, nosotros examinaremos, sin embargo lo que el derecho de gentes voluntario, establecido para la salud y ventajas déla sociedad
rra injusta no da ningún derecho y el soberano que la emprende se hace delincuente para con el enemigo a quien ataca, oprime y mata; para con su pueblo, invitándole a la injusticia y para con el género humano, cuyo reposo perturba y a quien da un ejemplo pernicioso. En este caso, el que hace la injuria está obligado a reparar el daño o a una justa satisfacción, si el mal es irreparable". Desde el descubrimiento del nuevo mundo hasta ahora no hay un solo publicista que se atreva a sostener que la guerra de la España contra los pueblos de América haya sido justa. Las naciones del Perú, de Chile, de México y de Bogotá, desconocidas hasta entonces a los españoles, no habían podido hacerles la ofensa más ligera. Por consiguiente las agresiones de estos últimos, injustas en su origen, atroces en su ejecución, no pueden darles el más ligero derecho; y como el mal que la Corona de España ha hecho es irreparable en sí mismo, no le queda otro medio, según la disposición ya citada, sino el ofrecer una justa satisfacción que no puede encontrarse sino en la evacuación inmediata por sus tropas del Continente americano, y en el reconocimiento de la independencia de los pueblos que hasta hoy componen las colonias llamadas Hispanoamericanas. Estos son los verdaderos principios, las reglas eternas de la justicia, las disposiciones de aquella ley sagrada que el derecho de gentes necesario, en virtud del derecho natural, impone a las naciones. Pero pues que, por una fatalidad enemiga de la felicidad del género humano, se hace imposible alegar el derecho natural y necesario dejándolo solamente a la conciencia de los soberanos, nosotros examinaremos sin embargo lo que el derecho de gentes voluntario, establecido para la salvación y ventajas de la sociedad