Colombeia

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grandísimo paseo por el campo, y en casa leyendo el resto del día y noche. 18 de mayo Apenas había acabado de almorzar cuando recibí el billete n° 5 del señor Vansittart dándome rendezvous para esta noche a las nueve y media sin falta: buen presagio en mi opinión. Envié luego a Vargas para que lo hiciese ver al amigo señor Turnbull, quien no parece ha concebido las mismas esperanzas que yo. A la hora señalada me hallé en Lincoln's Inn, donde ya me aguardaba el Subsecretario. A primera vista no me pareció éste muy propicio ni satisfecho; comenzó excusándose de la dilación en darme la respuesta y abriendo un cofrecillo me entregó una parte de mis papeles, repitiendo al mismo tiempo que la Inglaterra no podía en este momento ahorrar un Cuerpo de Tropas suficiente a emprender mi Proyecto hasta que no viese el resultado de Egipto, que aún estaba pendiente (todo esto de un tono frío e indiferente que me dejó helado)... mas que se me daría por ahora e inmediatamente una buena fragata, con armas de todo género, con municiones, vestuario para tropas, sillas y arneses para Caballería, algunos buenos oficiales en todo género de armas, con bajos oficiales y algunos soldados, un tren de Artillería de sitios, efectos para campar, con algunas embarcaciones menores de guerra, etc. y un empréstito de dinero suficiente a poner en movimiento estas operaciones. Esto me abrió algo el corazón y así le pregunté si la Inglaterra estaba dispuesta a sostenernos después en nuestra Independencia. A que me respondió que sí y que muy en breve tal vez enviarían un cuerpo considerable de Tropas para cooperar también. Pregúntele igualmente si había parecido bien la Proclamación y Proyectos de Gobierno. A que me respondió en términos afirmativos, mas que algunas cosillas sería necesario variar un poco y que sobre todo pedían que nadie se robase su propiedad ni se degollara a sangre fría; y que la Religión se mantuviese, dejando que se entendiesen ellos con el Papa para esto; que en cuanto a la Inquisición abolida, a la tolerancia permitida, eran cosas muy justas; de modo que concebí yo que nos tomaban por algo Jacobinos y que, con repugnancia aún, accedían (al menos por el Partido Realista), creyendo yo firmemente que es Lord St. Vincent el que lo ha hecho todo, en despecho de los oponentes. Yo le respondí con mesura, haciéndole ver que todo esto estaba ya previsto en los Papeles que se le habían mostrado y que si nosotros, por nuestro propio interés, no sacábamos reglas de lo pasado para conducirnos con sabiduría, seríamos peores que brutos, etc.. Pregúntele también cuál era el pago que por todo esto pedía