Colombeia

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las 10 recibí la nota (n° 11) de Vansittart, dándome rendezvous para mañana a las 7 de la tarde en casa del señor Sullivan, Subsecretario del Ministerio de la Guerra, en Chesterfield Street, MayFair n° 10, donde se hallaría él, etc. Esta noticia ha avivado algo más mis esperanzas y me anima en mi trabajo y fatigas. 9 de julio Envié a Vargas a casa de Turnbull para informarle de lo pasado, mas parece que no me ha comprendido. También avisé a Vansittart de que no faltaría a la cita. En fin, a las 7 me hallé en ChesterfieldStreet. El señor Vansittart se levantó de la mesa y así también el señor Sullivan, a quien me presentó con suma urbanidad y luego al Coronel Rutherfurd, que estaba a la mesa con ellos, formando el triunvirato, y no había más; yo me sorprendí un poco de hallarle allí y así también él, que me creía en Francia absolutamente; nos dimos la mano haciendo memoria honorable de nuestro antiguo camarada en esta misma empresa, el General Abercromby y seguimos participando de las Frutas del Desierto y vinos que estaban sobre la mesa. El señor Vansittart dio por toast al buen suceso del Arco Iris (succes to the Rainbow) que todos bebimos con festivo gusto, aunque Ruth, no entendió la alusión. Continuóse después hablando de nuestra América y de los últimos navegantes de la Mar del Sur, como Vancouver, Colnett y La Perouse, las favorables descripciones que todos daban de Chile y Nuevo México, en cuanto a la excelencia del País y clima y de la bondad de sus habitantes. Yo añadí que el único bien que había resultado de la privación en que el Gobierno Español nos había tenido de comunicar con hombres o libros extranjeros, era la conservación y pureza de nuestras sencillas costumbres cuya singularidad se conocía más en la buena fe con que el comercio y negocios se tramitaban en México, en el Perú, Caracas, etc. Cierto que es una cosa obvia, dijo Vansittart con complacencia, mas Sull., con algún celillo, citó los habitantes de la India Oriental que también poseían en algún modo esta cualidad (lo que no admitimos nosotros) y el poco aseo que había en las casas de Chile, pues Vancouver halló que su cuarto en Santiago no estaba tapizado a la inglesa; a que respondimos nosotros que tampoco lo estaban los Salones de Venecia ni muchos de los de París, etc.. Se tocó también sobre la España y a este efecto yo cité las notas y observaciones de Berthier en su embajada última a Madrid, que el secretario